Todos sabemos que el polvo en nuestros hogares representa un riesgo para las personas que padecen asma o alergias, y que contribuye a la propagación de enfermedades. Sin embargo, muchas personas ignoran los peligros del polvo en un entorno industrial. Pueden ser causa de enfermedades graves e incluso provocar accidentes laborales.
Los empleados expuestos al polvo en su entorno de trabajo pueden desarrollar numerosas enfermedades si no se protegen del modo adecuado.
El polvo se suele clasificar en dos grupos: orgánico (heno, gallinaza, polvo de compostaje) e inorgánico (carbón, amianto, berilio). El cuerpo humano dispone de múltiples mecanismos de defensa que impiden que el polvo llegue a los pulmones. Sucede, sin embargo, que en ocasiones el polvo consigue llegar a los órganos de la respiración.
A la larga, puede provocar fibrosis; es decir, lesiones en el interior del pulmón. Entonces, este desarrolla tejido cicatrizado que reducirá su elasticidad y, por consiguiente, su capacidad para absorber el aire. Otras partículas, sin causar fibrosis, pueden desplazarse por el cuerpo y atacar otros órganos o el cerebro.
De entre las enfermedades más conocidas que se asocian al polvo, podemos pensar en la asbestosis, la beriliosis, la silicosis e incluso la enfermedad de los trilladores.
El polvo también puede suponer riesgo de explosión, si no se adoptan las precauciones necesarias. Una concentración demasiado elevada de polvo fino de metal puede provocar una deflagración. Hay polvo que puede reaccionar con el agua y formar hidrógeno, un gas altamente explosivo.
En particular, los procesos que producen polvo metálico se exponen al riesgo de provocar explosiones. Se trata, por ejemplo, de actividades como el pulido y el cepillado de materiales metálicos o incluso la captación de polvo.
¿Cómo se pueden evitar los riesgos vinculados al polvo?
Existen múltiples soluciones para proteger a los trabajadores de los riesgos asociados al polvo. Podemos pensar en equipos de protección individual como las máscaras, el almacenamiento adecuado, la eliminación de los residuos tóxicos y el uso de aspiradoras en lugar de escobas para mantener la limpieza.
En cuanto a la prevención de las explosiones, es importante captar el polvo en el origen. A continuación, el polvo captado debe transportarse de manera eficaz y segura por conductos elaborados con materiales no combustibles. En este sentido, un sistema de aspiración central que sea conforme con las normas NFPA puede resultar una buena solución.
Así, pues, el polvo en el entorno industrial representa un peligro real, tanto para la salud a largo plazo de los trabajadores como por el riesgo de explosión. Hay, no obstante, muchas maneras de evitar los accidentes si se trata de modo adecuado y seguro.